RECORDANDO A WILLIAM B. YEATS (1865-1939)

Dices -tras el reencuentro íntimo
Nos volvemos hacia una fría mañana-,
Que en el recuerdo de lo vivido
Vives, aunque incontinencia y afectos pasaran.
Y quisieras saber, mientras te lamentas
De este húmedo clima y aún
Evocan tus labios su antigua y ensayada pereza,
Por qué me esfuerzo en la intimidad de la luz
Por un puñado de sueños en la memoria
Que ningún hombre sensato lee.
Yo pensé, "Si tan cerca estuvimos de una felicidad propia
El soñarla no nos haría imprudentes".

La alheña envolvió en sombras los hibiscos
Y todo el sol de una ciudad desierta,
Nosotros acallábamos al oído
Un dubitativo corazón, el vigor de una juventud insatisfecha.
De pronto, recordé una cortina blanca
Sobre la hierba tupida y el marco de ébano
Con cuatro gotas derramadas,
Pero respondí, "Aunque todo fueran simples gestos
Extraviados entre la soledad y el deleite,
Escribo preguntándome qué significado tendrán,
Y hallándolo o no, sospecho que todo consiste
En una libre necesidad".

Tal vez llegado el día, suceda lo ya previsto
Y alguien comente que aquella mañana,
Por costumbre nuestra o lejano capricho
Nos detuvimos en Plaza Irlanda
Y sin el auxilio de la Memoria
Nos besamos por un secreto designio,
La seducción del destino y este homenaje.


















 
"¡Ideas, señor Carlyle, no son más que Ideas!"
Carlyle - "Hubo una vez un hombre llamado Rousseau que escribió un libro que no contenía nada más que ideas. La segunda edición fue encuadernada con la piel de los que se rieron de la primera."