THOMAS DE QUINCEY: Memoria de los poetas de los lagos

Hace ya algunos años, Bioy Casares recordaba que la producción de Thomas De Quincey seguía aumentando considerablemente desde su muerte, acaecida en 1859. Ninguna intervención telúrica o investigación heurística ha sido tan eficaz como los hábitos dispersivos del propio autor, quien, según se ha comprobado, no otorgaba menos importancia a un cambio de residencia que a lo que dejaba esparcido tras de sí. Lo cual, a la postre, se ha revelado como una exquisita y suficiente tutela del azar y del tiempo. En este sentido, lo que dejaba atrás no quedó propiamente “detrás” sino adelante (un hecho que tal vez influyera en otros exponentes de este género dispersivo: Felisberto, Macedonio y Arlt).


Para nada es el caso de Recollections of the lakes and the lake Poets. Este volumen, biografía de los poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge y Southey), fue publicado originalmente en revistas y periódicos de la época y le valió en vida la enemistad y el reproche de alguno sus contemporáneos, y de no pocos de los homenajeados. Sin embargo, ofrece las dos características ya mencionadas: la dispersión y el descubrimiento tardío. Es un descubrimiento tardío para los lectores españoles y, a pesar de que la narración mantiene una concentración inhabitual en el autor, frente a otros ensayos más digresivos (como la ética de Judas Iscariote o la vida de Goethe), posee aquel estilo “inconexo e indeliberado”, “mitad chismorreo, mitad crítica literaria”, que es el sello propio de Thomas De Quincey.


Su relación con Coleridge da lugar a una biografía entretenida y mordaz. Relatar su primer encuentro con el admirado filósofo, “the greatest event in the unfolding of my own mind”, le lleva un total de dieciséis páginas (más de lo que tardó Boswell en recordar su encuentro con Samuel Johnson). Lo que dice de Southey es suficiente para admirar al escritor y despreciar al hombre. En cuanto a Wordsworth, en un pasaje sublime, De Quincey describe el sueño del poeta a la orilla del mar tras leer el Quijote. Ve acercarse un árabe “lance in rest,/ Mounted upon a dromedary”, el cual “sostiene en su mano dos libros; uno son los Elementos de Euclides; el otro, que es y no es un libro, y que semeja tanto una concha como un libro, es a veces las dos cosas y también ninguna. El árabe le indica que arrime la concha a su oído; tras lo cual…”. Cabría recordar, ya que el autor no lo hace, que se trata de una recreación del Libro V del Prelude de Wordsworth, sin duda, una de las cumbres de la abstracción humana.


La traducción de Jordi Doce es un reflejo lúcido del estilo de De Quincey, abunda en anotaciones que no son nunca innecesarias o superficiales. La Edición en general está bien lograda y la encuadernación es por demás perdurable.

Adrián Icazuriaga























 
"¡Ideas, señor Carlyle, no son más que Ideas!"
Carlyle - "Hubo una vez un hombre llamado Rousseau que escribió un libro que no contenía nada más que ideas. La segunda edición fue encuadernada con la piel de los que se rieron de la primera."