A vuelta de las vacaciones me entero que ha fallecido Sir P.F. Strawson (1919-2006), el pasado 16 de febrero. Es una noticia triste y desalentadora. El Profesor Strawson no sólo era el filósofo vivo más importante, era el único que hablaba con claridad y pensaba por sí mismo.
Ahora, como comúnmente sucede en estos casos, las filas segunda y tercera del gremio han dado un paso al frente en la escala de la mediocridad. Pero esto no debería provocar ninguna sorpresa, la mayoría de las personas se ven superadas en vida, excepcionales son las que perduran hasta el final como Strawson. Hay otras, abundantes en el universo político, que no sólo son superadas en vida, son refutadas en vida y realzadas después.
Pero el verdadero hecho extraordinario, el suceso ya irrepetible a esta altura y que debería hacernos reflexionar, es que alguien viva para polemizar con Bertrand Russell, con J.L. Austin y con W.O. Quine, y al mismo tiempo haya entrado en el siglo XXI con una desatención meridiana en las letras hispánicas. Pues bien, el Profesor Strawson, que casualmente
hace filosofía, y de forma singular y única trata
directamente con la cosa, escribe para todos aquellos traductores de nimbos de la filosofía occidental (sobran los nombres, porque ninguna definición pretende expresar un número determinado de individuos, sino sólo "la naturaleza de la cosa definida"), que aspiran a pensar por sí mismos y que han renunciado al ejercicio argumentativo en favor de una erudición estéril.
Strawson pertenece a una escuela de pensamiento que a principios del siglo XX se diferenció de la filosofía continental europea por el hecho de plantear los problemas de una forma original: como si nos enfrentáramos a ellos por primera vez. De esta manera su pensamiento es accesible a cualquiera que sienta un interés por la filosofía del lenguaje o la lógica, sin necesidad de haber paseado su alma por ninguna escuela de musculatura mental.
El último volumen traducido al español (hasta donde tengo noticias), "Escepticismo y Naturalismo", consta de cuatro conferencias escritas en Oxford y pronunciadas en la Columbia University en 1983. En él se destaca la última, por ocuparse del transitado problema del significado y la existencia de las llamadas "intensiones" o "entidades intensionales". Las posturas presentadas van desde el reduccionismo a ultranza de Quine y el enfoque naturalista del último Wittgnestein, hasta una posición más realista que admitiría la existencia de entidades abstractas. Como era de esperar, todo el asunto mantiene al propio Strawson en una difícil posición de gato equilibrista. Confiesa que no se siente aún lo "suficientemente imprudente" o lo decididamente maduro como para malinterpretar o interpretar demasiado alguna de las posturas (si bien es cierto que tiende a decantar la balaza hacia el lado más realista).
Otras obras que merece la pena reseñar son "Análisis y Metafísica", el mejor compendio de filosofía que yo haya leído hasta ahora y un perfecto manual de escritura. "Libertad y Resentimiento", contiene algunas reflexiones interesantes sobre ética y estética que no se encuentran en otros volúmenes. "Individuals", una obra un poco árida por la magnitud del objetivo que se propone (la identificación de un sujeto primitivo en lógica), pero con ideas más que originales. Por ejemplo, su argumento de la inviabilidad de una experiencia más allá de la vida. A un espíritu sin cuerpo le correspondería apenas una existencia dedicada a la memoria y a la contemplación pasiva, y atenuados éstos, deja ya de tener sentido hablar de una supervivencia individual, puesto que no habría diferencia entre el continuar de una experiencia inadvertida y su desaparición. Por ello, nos dice, la Iglesia Ortodoxa reafirmó la necesidad de una reencarnación física. Esperemos que Strawson, quien se ha marchado antes de lo que nuestro amor por su escritura hubiera querido, sea también de los primeros en volver.
Adrian Icazuriaga
Publicado originalmente en:
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