SAMUEL BECKETT: Centenario
Después de haber pasado las oscuras tardes de invierno releyendo a Onetti, esperaba la llegada de la primavera como un alumbramiento o una resurrección. Indudablemente que no ha sido una idea brillante, ahora que lo pienso, pero tenía la certeza de que en alguna parte había una mujer que corría descalza por la arena con el sol de frente o de espaldas.

La mujer nunca apareció. Y justo cuando creía que los días se hacían más largos y la ciudad comenzaba a despertar lentamente. Cuando parecía que un grupo de bailarinas celtas empezaría a batir sus polleras en Phoenix Park de un momento a otro, descubro que en abril se celebra el centenario de Samuel Beckett (1906-1989), y con él, la sombra de la melancolía amenaza con extenderse, por lo menos, hasta el final del verano.

Es una ironía que Beckett haya nacido en primavera, jamás lo hubiera pensado. De todas formas este dato me servirá para llegar mejor preparado, psicológica y anímicamente, al bicentenario. Este año no habrá más remedio que atravesarlo, como bien se pueda, evitando en lo posible las cornisas, las hojas de afeitar y el pentotal.

El Gate Theatre de Dublín prepara una maratónica representación de sus obras más emblemáticas (Rockaby, La última cinta de Krapp y Esperando a Godot , entre otras), acompañado de lecturas, mesas redondas y oportunas evaluaciones del legado de este genial escritor irlandés. Beckett era un hombre retraído y poco amigo de la fama, pero su obra tuvo un enorme impacto en la literatura y las artes de los años 50. Tanto es así, que en un período récord de tres años publicó tres obras que cambiarían la historia de la literatura: la novela Molloy junto con su secuela Malone muere y la obra de teatro Esperando a Godot . Hoy en día la gente ya no le tiene tanto miedo a sus oscuros y tristes personajes, a la decadencia de su mundo minimalista y opresivo pero, a la vez, deslumbrante y tremendamente irónico. Quienes no soportan su mirada es porque se lo han tomado demasiado en serio, con Beckett hay que reírse a carcajadas, en realidad no deja otra alternativa. Aquellos personajes memorables que guardaban piedras en los bolsillos para ir chupándolas en el camino, ¿a quién se le pudo ocurrir sino a Beckett? En La última cinta de Krapp , el viejo Krapp celebra su aniversario escuchando una cinta de audio grabada en un cumpleaños anterior y luego graba sus reflexiones de este año en otra cinta. Estamos bastante habituados, desgraciadamente, a ver el triunfo de la barbarie a través de los medios como para avergonzarnos porque Beckett nos muestre a la humanidad desnuda y a los hombres sin el prejuicio de ser observados.

Beckett fue el mejor estudiante de su generación, y uno de los más destacados en la historia del Trinity College, antes de exiliarse en Francia. Allí combatió en la resistencia a los nazis y fue premiado con la Cruz de Guerra en 1945. Dejó de escribir en inglés para deshacerse de los adornos innecesarios de la lengua y concretar su expresión, en un intento por eludir la retórica. Curiosamente, la trilogía Molloy, Malone muere y El Innombrable, escrita en francés, es una obra marcadamente irlandesa y sugestiva. Cuando le fue otorgado el Premio Nobel de literatura, lejos de abalanzarse a la fama y la autocomplacencia, quiso permanecer alejado y no acudió a recibirlo. Es sabido que en aquel momento se encontraba retirado en algún lugar de Túnez. La respuesta de su mujer, que atendió la llamada anunciándole el Premio, fue simplemente qué calamidad . Algunos años antes, la respuesta de otro ilustre Premio Nobel irlandés, W.B. Yeats, había sido ¿cuánto dinero es eso?.

Adrián Icazuriaga
Publicado originalmente en: http://www.montevideo.com.uy



















 
"¡Ideas, señor Carlyle, no son más que Ideas!"
Carlyle - "Hubo una vez un hombre llamado Rousseau que escribió un libro que no contenía nada más que ideas. La segunda edición fue encuadernada con la piel de los que se rieron de la primera."